Datos históricos de los elementos arquitectónicos de una iglesia

Dos mil años de creatividad, invención y necesidad han contribuido al desarrollo de la arquitectura de las iglesias a lo largo de la historia.

Esta narración tuvo unos comienzos humildes, como la mayoría de los relatos antiguos. Las primeras iglesias eran realmente las casas de los individuos que deseaban rendir culto; carecían de un campanario o del diseño opulento que vemos hoy. 

Esta página ofrece un análisis exhaustivo de los orígenes de aspectos arquitectónicos significativos del interior de la iglesia, como el atrio, las basílicas y la campana de la torre.


Atrio

El atrio fue una de las primeras necesidades arquitectónicas cuando las iglesias pasaron de ser pequeñas casas privadas a grandes estructuras públicas en los primeros tiempos de Roma. Los atrios son los espacios exteriores de las iglesias que se siguen utilizando hoy en día. Debido a su elevado costo, hoy en día se construyen relativamente pocas iglesias. El Sant Ambrogio de Milán, construido en la época románica, y el atrio de la Basílica de San Clemente de Roma (Italia) son dos de los ejemplos más magníficos que se conservan.

Basílica

En la arquitectura eclesiástica moderna, las basílicas son más frecuentes que los atrios. En la actualidad, muchos edificios católicos siguen denominándose basílicas, pero este término se refiere a un estilo de construcción, no a una fe concreta, que surgió hacia el año 200 d.C. El lugar de reunión de los líderes de la Iglesia era la basílica, una estructura básica. Estas estructuras se utilizaron por primera vez para una variedad de propósitos, incluyendo rituales religiosos, servicios de la iglesia, e incluso procedimientos legales. Cuando la iglesia no estaba en uso, los funcionarios de la corte se reunían en la basílica para forjar vínculos entre ambos. Una estructura sustancial con un alto techo abovedado y dos salas menores a cada lado de la cámara principal sirve como símbolo de esta característica arquitectónica.

La campana de la torre

A diferencia de las basílicas y los atrios, los campanarios de las iglesias se establecieron por una necesidad espiritual más que arquitectónica. No se popularizaron hasta alrededor del año 600, a pesar de que muchas de las primeras iglesias tenían campanarios.

Los primeros campanarios también se conocían como torres de vigilancia, y se construían como lugar para que los militares hicieran guardia. Con el tiempo, los tejados de las iglesias se ornamentarían aún más como consecuencia de la construcción, y los campanarios acabarían integrándose en la estructura.